Hace algún tiempo, vivimos una pequeña anécdota que, aunque común, encierra una valiosa lección. Permíteme compartirla contigo.
Un día, un cliente se acercó a nosotros con una solicitud aparentemente sencilla: “Deseamos que gestionen nuestro número RUC e inscriban nuestro negocio ante la DGI.” Con entusiasmo, le presentamos una propuesta de honorarios, pero su respuesta nos sorprendió. El cliente afirmó que esta era una gestión rápida y fácil, y que él mismo podría encargarse sin dificultad. Aceptamos su decisión y seguimos adelante.
Sin embargo, pasaron unas semanas y el cliente nos llamó nuevamente. Esta vez, su tono era diferente. “Necesitamos que realicen el trabajo”, nos dijo. Detectamos rápidamente que había intentado gestionar el proceso por sí mismo, pero no había tenido éxito. Aunque la inscripción ante la DGI puede parecer básica, requiere un mínimo de conocimiento: desde completar formularios hasta manejar la documentación necesaria. Cada negocio tiene sus particularidades, y la actividad principal y las su actividades influyen en la complejidad del proceso.
Así que, con profesionalismo y experiencia, presentamos una nueva propuesta de honorarios. Esta vez, ajustamos el costo para reflejar el tiempo transcurrido desde la primera oferta y consideramos el nivel de complejidad adicional. Porque entendemos que, a veces, el intento fallido de gestionar algo por cuenta propia abre la puerta a un nuevo nivel de desafío.
Dos semanas después, recibimos otra llamada. Esta vez, era la esposa del cliente, quien nos pedía que realizáramos la gestión.
Fuimos recibidos nuevamente en el despacho de nuestros clientes. Esta vez, logramos llevar a cabo el levantamiento de campo necesario para recopilar la información requerida. Sin embargo, ya había transcurrido un mes completo desde que estos clientes se pusieron en contacto con nosotros, y durante ese tiempo, enfrentaron diversas situaciones. Entre ellas, posibles pérdidas de contratos debido a problemas de solvencia y dificultades en los pagos de aranceles, entre otros.
Durante nuestra entrevista para iniciar el trabajo, la esposa de nuestro cliente compartió su preocupación. Resulta que su esposo, también socio en el negocio, había intentado gestionar la situación por sí mismo sin éxito. Se encontraron con obstáculos como filas innecesarias en la delegación equivocada, intentos frustrados de completar formularios y la confusión al tratar de realizar gestiones electrónicas sin comprender que algunos requerimientos debían cumplirse en persona. El estrés se apoderó de ellos, desviando su atención de lo que realmente importa: hacer negocios, firmar contratos y generar beneficios.